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sábado, 3 de marzo de 2012

Espero, te olvides mi nombre


1)
Pienso varias cosas a la vez. Sí, varias. Es eso, nada más. Leo las líneas que me dejas, y lo primero que me figuro es una impresión fuerte. De esas que te hacen
doblar los dedos de los pies dentro de las zapatillas. Y después el fulgor, a veces en forma de recuerdo, a veces en un odio inédito.
Tienen que pasar los primeros cinco minutos para que pase esa impresión fuerte. Y en esos cinco miserables minutos, pasan por mis ojos, vaciados de sentido, mil imágenes,
Un dibujo en la arena; Los vestidos floreados; Una sonrisa nerviosa, lágrimas que sólo pueden ser sonrisas. Sólo cinco minutos para cambiarme el semblante, de estar en otra
a volver dentro de una que conozco. Ahí entra lo segundo, todo ese compendio de cosas que recuerdo, que me obligan a lamentarme incluso cuando no tendría porqué.
Cuando no tendría porqué, esa es la última sensación; Desde el fondo de la lengua, metálico, me aborda la cruda realidad, en mi más cruda imaginación; De acá lamenta uno solo,
alguien que se tomó, la estúpida molestia de no romper otra puerta, y escribir estas líneas.


2)
Hoy sólo le preocupaba el horario. De más estaba aclarar porqué. Con que lo sepa sólo para sí bastaba, y resultaba siempre lo mismo: El mundo veía expectante, su sonrisa,
Su andante caminar, y cómo todo, cada uno intuía, desde el otro lado, lo que quisiese. Nadie jamás acertaría; Nadie, y reía. Reía desenfrenadamente, y volvía a mirarse
al espejo que como siempre, colgaba inclinado de la pared del baño. Y allí reflejaba su cuerpo, y la ropa que encajaba una vez más a la perfección. Sonreía, de nuevo,
mientras estiraba la mano al celular, escondido detrás de un toallón por la humareda que levanta el baño nocturno. Lo abrió, mientras se miraba al espejo una vez más.
Olvidó por un segundo que es lo que iba a hacer, fue eso un segundo. Un segundo, enfrente de un sachet de shampoó. Un sachet, azul, con una esquina blanca, sí ese mismo,
que tanto trabajo costaba abrir.
Y abrir se lo pedía, y yo reía, porque él lo cortaba y escupía el resto al aire cómo un guanaco.
Siempre de la misma manera, lo tomaba dulcemente, de las puntas, lo rompía y dejaba correr su contenido entre mis manos. Yo solía tener el pelo largo en ese entonces,
Y bueno, me lavaba primero. Pero, pero después, sí, juntábamos la espuma entre nuestras manos y lo enjuagaba riendome entre el aire de ese bello abril.
Sus dedos escribían lentamente, y su sonrisa se desdibujaba en ese segundo. Y sus dedos escribían: Hola, ¿Cómo estas?.

3)
Yacía a lo largo de las sábanas verdes. Y disimulaba su alegría. Amenguaba su felicidad vislumbrar las sombras de proximidad. Prendió la televisión, buscó, en la letanía
del gris umbral, algo para ver, mientras el humo gris se disimulaba por unas puertas.

1)
Sonaba, en la oscuridad, en la lejanía,

"no sabes cómo extraño mi alma (...)
Espero que te olvides mi nombre,
Espero que las llamas del alma traigan un rumbo a mi vida,
Espero sólo espero tu nombre, sobre mi nombre este día"

Me alejé sin poder contestar(le).


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