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sábado, 19 de noviembre de 2011

Un sueño más antes de terminar este día

Tuve ese sueño de nuevo. Te esperaba para irnos de viaje, sobre el gris de una estación irreconocible, más que su gris. Un reloj, se dejaba sonar, gigante, delante mío. Lo miraba incesantemente, una y otra vez. Me dí cuenta al segundo cuarto que esperaba a alguien. Una carta en mi bolsillo lo corroboraba: te espero a las diez. Diez y uno, y diez, y veinte, y cuarenta. Corrí fuera del andén, busqué angustiado la causa sin encontrarla. Angustia, sí, era una caja de madera colgando de mi pecho. La escondí intuitivamente tras mi espalda apenas distinguí, entre tanta niebla, algo. Mis padres, los reconozco por su proximidad, no por sus ojos borroneados. 
Me interrogan, serios, de caras largas y ondeantes:
- ¿No te vas con nosotros?
No, respondo con la mirada hacia las luces del fondo.
- A, es cierto. Te quedás esperándola.
Si. Asentí.
-Sabés donde encontrarnos. Te esperamos allá.
La noche oscura paso al día, y el día a la oscuridad. Yo en el mismo lugar: con esa opresión extraña en el pecho, angustia una y otra vez. Caminaba para todos lados, y nada. Rendido, las piernas sangradas, y mis muñecas cortadas, caí al suelo. Desde allí pude verlo todo: como se acercaba y decía, disculpame, disculpame, reía, reía y reía, grotescamente. Agregaba: yo también te estuve buscando toda la noche.

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