De verdad,
Fue lo primero que contesté cuando me lo pidieron. Y la réplica, ya se la imaginan. Mi respuesta se mezclo con las bolsas de aire de aquella tarde calurosa. Paralicé mi cara en un gesto inmutable, balbuceé un porque hesitativo por lo bajo. Sabía que era innecesaria la pregunta, probablemente ya supiera la respuesta, lo ví en sus ojos, sagaces, preparados y muy listos.
Mis mejillas se deformaron, una lágrima rodó lentamente hasta la comisura de mi labio, y allí se perdió dentro de mi boca, lentamente, rememorándome la amargura de su sabor; El rojo otoño de la ventana, posándose en sus cabellos frescos y deshechos sobre mi mesa, confundiéndose, entre ríos de sangre.
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